Paseos matinales

Un día bien aprovechado en Ávila

Por Firica Aldea

Una mañana soleada de noviembre que no se parecía a sí misma, sino a su hermana de septiembre, decidimos aprovechar que teníamos unos recados, para pasar el día en la capital abulense.
Salimos en bus, práctico y cómodo, sin obligación de conducir, solo de observar y disfrutar del día.
Hasta El Tiemblo solo entramos y salimos de las tinieblas, como en los viejos cuentos con brujas: una cortina que parecía humo se levantaba sobre la carretera y nada más entrar se veía disipándose al otro lado…. vamos, que continuamente observábamos al conductor para ver si el miedo le sacaba lagrimas o gotas de sudor en la frente, como en las películas de terror de la Ruta 66.
Después de pasar Cebreros, el paisaje cambia de tonalidad, las hojas están ya de todos los colores de otoño, dando una tremenda alegría bajo los rayos del sol otoñal.
Por fin llegamos, y la capital nos abre sus puertas en la estación de autobuses con un vecindario de lo mas práctico: Mercadona, Lidl, Aldi. Hacemos caso omiso y nos vamos donde el deber nos llama, sin olvidar que el camino estaba rodeando la Muralla. En breve terminamos los recados, encontramos mucha amabilidad y servicialidad en los funcionarios del estado, lo que nos dio tiempo para disfrutar de la ciudad, y sobre todo de su casco histórico.
Dado que el tiempo apremiaba y el último bus de vuelta salía a las 16 h, emprendimos el camino a la estación de autobuses, con el arrepentimiento de no poder quedarnos más, ahora cuando los rayos del sol muestran la especial dulzura de las tardes de un otoño tardío, cuando el aire sabe a mosto y membrillo, y las mesas de las terrazas invitan a un merecido descanso.

¡Adiós, Ávila, volveremos!

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