Un documento de Conchi Roldán y Juan Luis Calzado.
Miembros de la Asociación de Amigos de La Adrada.
Situación: al noroeste de Toledo
Altitud: 1.322 metros
Distancia: 70 kilómetros aproximadamente (de ellos, sólo 1 a pie, el resto en coche)
Dificultad: alta en el tramo a pie ya que hay que salvar un desnivel muy pronunciado.
Cuándo: cualquier época, pero preferentemente primavera temprana u otoño.
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Tomaremos la N-501 en dirección a Plasencia y pasado Piedralaves, tomaremos la carretera que va a La Iglesuela y Navamorcuende. Atravesamos éste último y a la salida del mismo, a mano izquierda, veremos un cartel que indica: 15 kilómetros al Real de San Vicente.
Aquí la carretera empieza a ascender de forma considerable, por lo que tendremos que ir despacio y admirando el paisaje que tanto a derecha como a izquierda, nos depara cada curva. Pinos, helechos, castaños, retamas y toda la vegetación propia de la zona, adornan el recorrido. A unos 7 kilómetros de empezar la ascensión y a mano izquierda, veremos las instalaciones de una zona de acampada (bancos de madera y barracones) diseminados en una hermosa pradera, atravesada por un riachuelo.
A partir de este momento, estaremos atentos porque un kilómetro más adelante aproximadamente y también a nuestra mano izquierda, se encuentra el Convento del Piélago, escondido entre los pinos del lugar.
Convento de San Vicente
Existe una pequeña entrada de tierra para bajar hasta la puerta del mismo que es aconsejable utilizar para dejar el coche, dado que la carretera que no tiene arcén. El Convento se encuentra cerrado en la actualidad. No obstante, si hay alguien en las viviendas adosadas al Convento que utilizan hermanos de la Orden, pueden abrirnos para recorrerlo por fuera y admirar su portada de sillares de granito labrados en punta de diamante y coronada por el Escudo de España y el de la Orden del Carmen. El Convento data del siglo XVII y se encuentra en ruinas desde la Guerra de los Siete Años (1.833-1.840).
De vuelta a la carretera, seguimos subiendo y a cosa de un kilómetro a mano izquierda, sale una pista forestal con un cartel a la entrada que indica Las Antenas del Tiétar. Tomaremos dicha pista y pasados 300 metros y también a mano izquierda muy cerca del camino, podremos admirar un antiguo pozo de nieve, que en su época tenía capacidad para contener más de 180.000 arrobas y que producía un beneficio neto de 80.000 reales a la Comunidad de la Orden del convento.
Pozo de nieve
Volvemos a retomar la pista forestal que asciende hasta las instalaciones de las antenas, entre matorral, monte bajo y encinas. Dejamos el coche y según salimos del mismo, a nuestra derecha bajando un poco, podremos disfrutar de una de las más completas panorámicas del Valle del Tiétar: desde Santa María hasta Mijares en un día despejado, pueden adivinarse todos los pueblos que adornan el valle.
Panorámica del Valle del Tiétar
Volvemos a bajar por la pista forestal hasta la carretera asfaltada y continuamos subiendo ésta, ahora ya con mucha atención porque en cuánto pasamos un par de curvas, la carretera llega a una parte llana por primera vez, antes de comenzar su descenso hacia el Real de San Vicente. Justo en esa parte llana y a nuestra derecha, existe una explanada de tierra, desde dónde ya se divisa a lo lejos dicho pueblo y en la que dejaremos el vehículo aparcado, para empezar la parte a pie de la excursión.
De esta explanada, observaremos que sale un camino de tierra bastante amplio y de un acusado desnivel, que hace aconsejable el uso de un palo o bastón. Se trata de una ascensión muy dura, que conviene tomarse con calma, descansando de vez en cuándo para disfrutar del paisaje que podemos observar a nuestra izquierda y admirando la flora que abunda en el lugar, cómo la peonía y otras flores silvestres.
Peonía
Flores silvestres
Afortunadamente, la pendiente es dura pero no muy larga y unos 500 metros más arriba, ya se torna más llevadera o casi llana. Avanzaremos entre pinos, jaras y otras plantas, ya en una especie de explanada llena de piedras y matorrales, hasta divisar a lo lejos una roca cuadrada con una barra de hierro vertical, que no es otra cosa que un punto geodésico orientativo puesto allí por el Ejército.
Punto geodésico
Estaremos entonces en lo más alto del Cerro de San Vicente y lo primero que veremos serán las ruinas de una construcción que, según la tradición, fue en su origen una cueva dónde los íberos rendían culto a Venus, posteriormente sirvió de refugio a tres hermanos de Talavera (los santos Vicente, Sabina y Cristeta), muertos en Ávila por el Emperador Daciano en el siglo IV y, por último, en el año 1.663, varios ermitaños fundaron un cenobio carmelita, del que aún quedan restos cómo pilas, muros y una escalera que baja hasta dónde nos permiten los derrumbes.
Ruinas
Paseando por la explanada del cerro, podemos también admirar en otro rellano cercano, las ruinas de un castillo de los Templarios del siglo XII, con vistas al valle del Alberche y los montes de Toledo.
Castillo de los templarios
Si tenemos la suerte de hacer la excursión un día laborable (los festivos acuden muchos curiosos al lugar) y despejado, nos daremos cuenta de lo mágico de este lugar en el cuál y según la tradición, el caudillo Viriato encontró la muerte a manos de sus compañeros Audaz, Minuro y Ditalkon, allá por el año 140 antes de Cristo. Iniciamos con pena el regreso, bajando hasta el coche y retomando la carretera asfaltada hasta el Real de San Vicente.
Llegados a este pueblo, dónde hay que hacer un STOP, podemos optar por: o bien bajar a nuestra derecha y visitarlo (es un pueblo serrano con una altitud de 763 metros y lleno de veraneantes), o tomar a nuestra izquierda la carretera que nos llevará tras pasar por Fresnedillas e Higuera de Dueñas a Sotillo y de allí a La Adrada, completando de esta forma nuestra excursión.