Hicimos una excursión para ver la trashumancia y visitar el precioso pueblo de Cuevas del Valle, el sábado 24 de junio
Texto y fotografías: Conchi Roldán
Sí señor, un buen madrugón, pero allí estábamos, en el Riñón a las 8:30. ¿Lleváis rebeca? Porque en el Puerto del Pico, cuando sopla… ¿Con esta ola de calor? ¡Si lo que hemos echado han sido los bañadores!
En un momento se hizo la organización de los coches, pues había que ahorrar gasolina y cubrir las plazas que sobraban, y llegamos con muy buena hora al puerto: café y bollos en el restaurante, eso que no falte, mientras nos empapamos de la contemplación del valle.
Como las vacas iniciaban la subida por la calzada romana desde abajo, había tiempo aún y, ¿cómo no?, teníamos que coger un sombrero y esos recuerdos que regala la organización de ganaderos. La media hora de espera mereció la pena para ponernos los sombreros de paja y sentirnos un poco como ellos por un día.
Hay que buscar un buen sitio, chicos, la subida de las vacas calzada arriba, con los ganaderos a caballo, es un espectáculo que merece mucho la pena. Para todos es un esfuerzo muy grande, comentaba a mi lado algún experto del pueblo cercano, verlas en fila subiendo y con sus fuertes mugidos impresiona, y para los ganaderos es mucho estrés. Las últimas, las madres animando a los terneros, ¡ya queda poco! En lo alto nos esperan frescos arroyos y dulce hierba, ¡un poco más!
Y ya dejamos las vacas pastando y nosotros nos bajamos para Cuevas de Valle. ¡Qué bonito está el pueblo! Mimado y cuidado, con macetas y cortinas bordadas a mano, y el restaurante donde comimos todo un hallazgo –El Pontón– situado al lado del río con una charca natural y un vergel de plantas y detalles de buen gusto, insertado en la naturaleza: trato amable y comida típica de Ávila.
Nuestra directiva ha currado de lo lindo y se lo han trabajado todos mucho: gracias.
P. D. Siempre hay que echar algún imperdible que otro y algún cordel en el maletero por el percance de algún socio que se resolvió favorablemente.