Paseo matinal del 15 de agosto

Crónica y fotografías: Firica Aldea

Hoy hemos salido temprano para aprovechar el frescor de la mañana. Es 15 de agosto, día festivo, son las 7:45; tras dos semanas de temperaturas a 40ºC, finalmente han descendido unos grados, gracias a la lluvia de ayer. No creíamos que en el bosque quedara árbol vivo, o planta, o algo. Pero la naturaleza tiene sus secretos, sus recursos y su ritmo: el musgo, el barómetro de la humedad ambiental está ahora tan vivo como en la primavera. En cambio las moras están pequeñas comparando con otros años: después de una floración abundante en primavera, se han achicharrado con el tremendo calor de los meses de verano.

Subimos por el sendero hacia el observatorio y elegimos el camino paralelo al mismo, donde nos pareció que la sombra nos resguardaría más tiempo. Aunque todavía es temprano, las libélulas y las mariposas han salido ya a jugar en el aire puro de la mañana, en las zarzamoras que flanquean el camino; más adelante, a una distancia prudencial, escuchamos el ladrido de unos perros de caza. Aunque no estaba notificada la caza, nos damos la vuelta y nos adentramos en el ramal que nos llevaba al pueblo. Ya no hay canto de cuco, ni de abubilla, ni de otros pájaros que llenan con sus cánticos el bosque; solo las cigarras están poniendo el grito en el cielo, cada vez con más intensidad – el calor del sol que ahora domina el cielo las están achicharrando, igual que a nosotros.

Después de un par de horas en el bosque es el momento de volver al pueblo y homenajearnos con un rico desayuno.

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