Paseo matinal por la ruta de los molinos
Crónica: Firica Aldea
Después de una larga hibernación, la primavera trae su manto de flores en el Valle de Tiétar, aunque en los picos montañosos que se pueden observar al horizonte los vestigios de la nevada de hace dos semanas se resisten. Es lo que hace que el pueblo quede como en una burbuja micro climática: al norte nieve, al sur sol y aquí… el susurro del agua en los ríos y las gargantas que atraviesan el pueblo y un clima estupendo para las aves, las plantas y las mariposas.
Salimos a una hora prudente, a las 9,30 de la mañana, con destino Garganta de Santa María, por una ruta que hace tiempo que no hicimos: la ruta de los molinos. Pasamos con pena por delante del vivero, ya vacío, donde una mata de romero en flor adornaba la entrada. Seguimos e hicimos una paradita para entrar en la Finca El Molino, donde se veía a uno de los guardeses trabajando en el jardín y le pedimos permiso para echar una ojeada a los inmensos naranjos guardianes de la entrada en la finca. El impresionante magnolio lleno de flores blancas, el césped recién cortado, absolutamente todo te hace sumergir en pleno siglo XX, cuando el marqués compró y renovó el antiguo molino de papel. Nos enteramos también que el marqués murió hace unos años, pero la marquesa vuelve siempre a la finca, disfrutando sobre todo de la belleza del jardín.
Salimos con pena de aquí y seguimos nuestro camino al río, no antes de inmortalizar los “chuletones andantes” del prado (probablemente propiedad del marqués). En breve el inconfundible sonido del agua se hizo notar – llegamos a la Presa Chica, señalada hace poco por el Ayuntamiento, en los marcadores de rutas. Nos quedamos admirando la presa llenísima, el movimiento frenético del agua, las plantas y el sonido de los pájaros…
Hicimos el camino de vuelta con pensamientos pecaminosos: terminar la ruta en La Golondrina, como siempre.