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“Piedralaves” y “Sotillo de la Adrada”
Dos poemas de Julio Escribano Hernández
Piedralaves
Mezcló amarillo de sol y tierra
con el claro azul del cielo
en el agua remansada,
llena de vida y misterio.
Nació así el verde de sus prados:
con alisos en el cauce,
pinares en las laderas,
palmeras ajardinadas
y romero perfumado en mitad de la montaña
con orégano y cantueso.
Y este verde de paleta divina
fue habitado por pequeña flor del valle
donde el Venero, el Horderón y el Cerrillo
dibujaron Piedralaves,
descanso del peregrino,
protector de mil ciudades, con su perro y sus heridas,
siempre abiertas al aire…
¿Quién las curará al amor de Piedralaves,
donde tiene residencia, fiesta y ermita de patrono,
cuidada con gran detalle?
Mezcló amarillo de sol y tierra
con el claro azul del cielo
en el agua remansada,
llena de vida y misterio.
Nació así el verde de sus prados:
con alisos en el cauce,
pinares en las laderas,
palmeras ajardinadas
y romero perfumado en mitad de la montaña
con orégano y cantueso.
Y este verde de paleta divina
fue habitado por pequeña flor del valle
donde el Venero, el Horderón y el Cerrillo
dibujaron Piedralaves,
descanso del peregrino,
protector de mil ciudades, con su perro y sus heridas,
siempre abiertas al aire…
¿Quién las curará al amor de Piedralaves,
donde tiene residencia, fiesta y ermita de patrono,
cuidada con gran detalle?
Sotillo de La Adrada
Sotillo ha crecido tanto
que ya es Soto sin La Adrada
¡Ay emporio del comercio,
refugiado en las finanzas
sin castillo y sin estado
de una tierra castellana!
No te olvides, siendo Soto,
del bosquecillo del alma.
Julio Escribano 2024