Al Aprisquillo

Un documento de Conchi Roldán y Juan Luis Calzado.
Miembros de la Asociación de Amigos de La Adrada.

Detalles
Distancia: Se trata de una excursión de bastantes kilómetros, para hacer preferentemente en vehículos todo-terreno 4X4 o furgoneta, ya que la mayor parte de la misma se realiza por caminos forestales.

Época:cualquiera menos invierno, precisamente porque las lluvias pueden embarrar los caminos.

Dificultad: baja, si vamos en vehículo.


Subiremos por la carretera asfaltada que va de La Adrada a Piedralaves por la montaña y tomaremos la desviación hacia La Yega, tal y como indica el croquis. Un par de kilómetros más arriba, se termina el asfalto y a partir de este momento, el trayecto que nos resta se efectúa por caminos de tierra. A poco, llegaremos a los restos de lo que fue el 2° refugio y es aconsejable subir al techo del mismo, desde donde se divisa una buena panorámica del valle.

Un kilómetro adelante, llegaremos a un pilón con una fuente de agua muy fresca, donde podemos aprovechar para rellenar cantimploras o botellas, de cara al resto de la excursión.

Pilón

Al pie de este pilón, baja el arroyo “Jerrero” . Continuando nuestro camino, siempre entre pinos a ambos lados, dejaremos atrás un pequeño puente sobre una de las innumerables gargantas que existen en la zona. Más adelante, veremos otro pilón de agua y desde aquí iremos con cuidado, ya que debemos tomar una desviación a mano izquierda que indica: Pinara de la Virgen.

Se trata de un camino empinado y con un piso bastante irregular que va subiendo montaña arriba, hasta que divisemos otro cartel que reza: “Pino Aprisquillo”. Seguimos subiendo, hasta que llegamos a un pequeño ensanche de la pista, a mano derecha donde podemos dejar el vehículo.


Desde este punto, seguiremos la ruta a pie hasta alcanzar el Pino del Aprisquillo.


El Aprisquillo

Este tramo del camino hay que hacerlo despacio, admirando el panorama que nos rodea. La vegetación está compuesta por pinos de las variedades: Valsain, albar y cascalvo, además de una gran extensión de pino joven con el que se ha repoblado la zona. Abundan también el roble y su pequeño congénere el rebollo. Sin olvidar los decorativos helechos que, debido a la altitud, aún se muestran verdes en todo su esplendor.

De la fauna, las rapaces habituales de sus majestuosos vuelos sobre nuestras cabezas: Igualmente, podemos encontrarnos con ganado vacuno que pasta a sus anchas en una zona donde la presencia del hombre no es habitual. En suma, toda una invitación para disfrutar de la naturaleza en plenitud. Y por fin, tras unos 15 minutos de marcha, nos topamos con el pino del “Aprisquillo”. Se trata de un soberbio ejemplar de la variedad denominada “cascalvo”, de corteza blancuzca, con una circunferencia en su base de 5,90 metros y de unos 25 de altura. Un pequeño arroyo de aguas cristalinas, procedente de alguna de las gargantas de la montaña, serpentea a sus pies refrescando el lugar. Sentados en una de las piedras que hay al pie del pino, apagamos la sed y reponemos las fuerzas, mientras observamos el vuelo de un buitre en el cielo… ¡Momento mágico!

Desandamos despacio el sendero hasta llegar al ensanche donde dejamos el vehículo, admirando de nuevo toda la belleza del paisaje. Ya de vuelta a la pista forestal que viene de la Yega, en lugar de volver, avanzamos un poco más hasta encontrar una desviación a la derecha, con un cartel que indica “El Ceburnal”. Bajando por ese camino, llegamos a un claro del bosque donde podremos aparcar. De allí y avanzando a pie en dirección sur y entre rocas de gran tamaño a unos 200 metros, nos toparemos con el tercer refugio.


Refugio

Se encuentra éste en un lugar pies escogido, entre unas enormes rocas y con una gran panorámica enfrente. Además está bastante mejor conservado que el 2º y aunque sucio en su interior, contiene equipamiento para pasar una noche en caso de apuro.

Es aconsejable subirse a las rocas que rodean el refugio, para tomar alguna instantánea o simplemente disfrutar de la belleza del valle que se extiende a nuestros pies.

Volvemos al vehículo y salimos otra vez a la pista de La Yega, para avanzar de nuevo en sentido opuesto al que trajimos. Esta senda termina a menos de dos kilómetros ante una garganta y en un pequeño ensanche donde se ubica otro pilón de agua. Existe una pequeña senda bastante accesible, para bajar hasta las cristalinas aguas que hay en unas pozas rodeadas de piedras lo bastante grandes como para sentarse y descansar un rato. Tomar unos bocadillos y admirar de nuevo esa maravilla que es la naturaleza.

La vuelta, ya es conocida: toda la pista forestal hasta llegar a la carretera asfaltada y de ahí bajar hasta La Adrada.

Un vistazo al plano de más arriba, confirma la sencillez de toda la ruta detallada. En suma, una jornada deliciosa.

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